Ícaro a su padre Dédalo:
Padre no temas por mí.
Ahora estoy en los Campos Elíseos, te envío esta nueva con Hermes, para intentar aliviar tu angustia producida por mi muerte y sobre todo exculparte de la misma.
La historia cuenta que toda nuestra desgracia comenzó cuando se te fue ordenado diseñar y construir una jaula gigantesca de la cual el Minotauro no pudiera escapar. Tú padre, diseñaste ese imponente laberinto, esa estructura gigantesca compuesta por cantidades incontables de pasillos que iban en distintas direcciones, entrecruzándose entre ellos, de los cuales sólo uno conducía al centro de la estructura, donde el Minotauro fue abandonado, y donde se entregaban a siete jóvenes y siete doncellas como sacrificio para el Minotauro, como alimento.
Pero tu padre quisiste enmendar este error (que no fue tal, ya que realizaste lo que tu Rey te encomendó) y acabar con tal crueldad por parte del rey Minos y a la vez padre del Minotauro, enseñándole a Ariadna, el camino y la forma de que el héroe Teseo pudiera acceder y llegar hasta el Minotauro para darle muerte y regresar más tarde.
Por ello, se nos condenó a permanecer en una isla por el resto de nuestros días. Pero padre, creo que hiciste lo correcto, no te tortures más por ello, hiciste lo que creíste correcto y yo te di todo mi apoyo.
Padre, tú ideaste la forma de que no viviera mi vida sin libertad, pensabas que no merecía tal castigo, sólo por haber sido hijo tuyo, que yo no debía sufrir castigo alguno, por los errores de mi padre, que sólo tú eras el responsable y por lo tanto el único que debería sufrir tal castigo.
Padre, tu consideraste poder escapar de esa nuestra prisión, pero no podíamos abandonar la isla por mar, ya que el rey mantenía una estrecha vigilancia sobre todos los veleros y no permitía que ninguno navegase sin ser cuidadosamente registrado. Dado que Minos controlaba la tierra y el mar, entonces tú padre y sólo tú, fabricaste esas alas que nos llevarían hacia nuestra libertad. Enlazaste plumas entre sí empezando por las más pequeñas y añadiendo otras cada vez más largas, para formar así una superficie mayor.
Aseguraste las más grandes con hilo y las más pequeñas con cera, y le diste al conjunto la suave curvatura de las alas de un pájaro.
Padre tú me advertiste que no volase demasiado alto porque el calor del Sol derretiría la cera, y caería contra el suelo irremediablemente, ni tampoco demasiado bajo porque la espuma del mar mojaría las alas y estas se harían más pesadas y no podría volar, cayendo al mar y ahogándome en él.
Entonces padre fue el momento de echarnos a volar. Ir en busca de la libertad, y por fin poder disfrutar de ella.
Al principio fue muy complicado dominar el arte de volar, tuvimos mucho miedo, dudas, y complicaciones, pero poco a poco fuimos cogiendo más y más confianza en lo que estábamos haciendo y ya casi volábamos como el águila majestuosa, fue entonces cuando por fin pude sentir por primera vez y en todo mi ser lo que era la libertad, fue tal el encanto y la sensación que me provocó que desatendí todas las lecciones y consejos que tú, amado padre, me diste.
No pensé en otra cosa que subir y bajar a mi libre antojo, hacer círculos para subir después, jugar con el viento que me empujaba, y poder tocar las nubes, fue entonces cuando más libre me sentí.
Al mismo tiempo que empecé a sentir y disfrutar de la libertad, no pude sentir que otras cadenas invisibles me empezaban a capturar, me convertí en prisionero de mi libertad y mi juventud, me atraparon y no tuve el sabio conocimiento de disfrutarlas de la manera adecuada, me gritaste, me advertiste, me buscaste, pero yo desoí todas tus aclamaciones, sólo quise ir alto, más alto, mucho más alto, tanto como pudiese, más alto que nadie antes jamás.
Pero tuviste razón, mis alas se empezaron a desmontar, las plumas se despegaban, los hilos se rompían, y aunque yo las agitaba más y más rápido, en vez de subir, caía irremediablemente.
Caí y caí hasta encontrar la muerte.
Ahora, padre, entiendo tus palabras, ahora entiendo tus miradas, tus inquietudes, pero sólo quiero decirte, que solamente te tengo que estar agradecido, agradecido, por darme una buena educación, por haber logrado criarme en la felicidad, y en la bondad, porque todos los recuerdos que tengo de cuando estuve a tu lado son sólo buenos y felices, hiciste más de lo que estaba en tu mano para que conociese al fin la libertad, pusiste todo tu ingenio y esfuerzo en ello, y al final lo conseguiste.
No te atormentes más por mi muerte, padre, eso sólo fue el alto precio que tuve que pagar por la osadía y la falta de responsabilidad que invadió mi ser. Pero quiero que sepas que, sí, fue un muy alto precio, el que me tocó pagar, pero no me arrepiento en absoluto disfruté esos momentos antes de mi desgraciada muerte, como los mejores momentos de mi vida, y te juro que mereció la pena, al final encontré lo que buscaba.
Por lo tanto soy únicamente yo, el único responsable de los acontecimientos y te exonero de toda culpa, amado padre, vive entones en paz y alcanza la felicidad.
Moraleja:
Todos queremos alcanzar nuestros sueños y nuestros objetivos, aclamamos libertad, pero no nos damos cuenta que en vez de hacernos libres a veces nos atrapan más, y no somos capaces de ver que vamos en la dirección equivocada, si dejamos todos los errores fuera acabaremos dejando también fuera a la verdad.
A mi gran amigo Simón.
José Manuel.
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